Este viaje empieza en una canción

Era una mañana de sol , y yo asomaba a tomar mi primer café sin ninguna prisa por ir a ningún sitio. Tras el primer sorbo que marcaban el principio de una melodía. Uno de los himnos de mis padres, esas canciones que huelen a la casa de la infancia. “To anything, turn, turn, turn. There is a season, turn, turn, turn el éxito de The Byrds.

Hay un momento para cada cosa, dice la canción, un momento para nacer, uno para morir, uno para plantar, otro para recoger, uno para bailar, uno para llorar, uno para abrazar, uno para dejar de hacerlo… UNO PARA ABRAZAR, UNO PARA DEJAR DE HACERLO. No sé si hubo más canciones que subieron a través del aire desde casa de algún vecino, porque fue esa la que se adueñó de mi cabeza y le puso ritmo y significado a los días siguientes. Gracias a ella pude transformar y ramificar ese ‘Viaje hacia adentro’ que habíamos comenzado unas semanas antes.

Había llegado la hora de planear, de salir, de disfrutar de los rituales previos a las grandes citas, y mucho antes de que empezásemos la desescalada, yo ya preparaba mentalmente cómo quería que fuesen mis primeros pasos bajo el nuevo sol, mis primeros encuentros con mi gente, mis primeras decisiones dentro de esta nueva piel.

Comentaba El Principito “si me dices, por ejemplo, que vienes a las cuatro de la tarde empezaré a ser feliz desde las tres”. Pues bien, esta cápsula nace del anhelo de renacer, de desayunar sintiendo el despertar de la tierra a mi alrededor, de preparar la comida para volverte a recibir en mi mesa, de hundirnos en una siesta, y volver a preparar el festín de un nuevo encuentro, todos juntos otra vez, iluminados por la luz de las velas en un atardecer mágico. Es un homenaje al placer del ritual.

Disfrutemos de este verano tan primitivo y salvaje, como si fuese la primera vez. Te estoy esperando desde hace meses.