Colección: Vajilla de Limoges básica

Esta es la base que no falla. Porcelana blanca o marfil, formas limpias y bordes discretos que no suman alboroto. Es el punto de partida para cualquier mesa: admite bajoplatos con carácter, caminos con textura y servilletas en tonos más decididos.

A mí me gusta cómo se deja acompañar sin perder elegancia, incluso en el desayuno más simple. Cuando todo encaja con naturalidad, uno se olvida de la vajilla y recuerda la conversación: ahí sé que hemos acertado.