La bata y las madres

La bata tiene un significado muy especial en mi casa. Ya desde muy pequeña auguraba bajo mis sábanas cómo sería el día tan solo con oír los pasos de mamá por el pasillo. Si sonaban sus zapatos sobre el parquet, significaba que mamá estaría ya vestida, que desayunaría rápido y de pie, nos daría un beso fugaz y saldría corriendo hacia la puerta diciendo siempre la misma frase : ¡llego tarde! y no la volvería a ver hasta la noche, que me devolvería a una mami agotada, despeinada y con pocas ganas de nada. 

Pero si mientras estaba escondida bajo mis sábanas oía los pies descalzos de mamá atravesar el pasillo de arriba a abajo, ya podría imaginarme el tejido de su bata volando detrás de ella. Justo ahí una sonrisa tímida interrumpía el silencio de mi habitación. Eso significaba que el día iba ser mágico y las mañanas eternas ¡Quién sabe si hasta el día entero en pijama! Entonces la casa se transformaba, olía a café y a tostadas y yo me relamía solo de pensar que pasaríamos el día juntas: cocinando galletas, o alguna receta de la abuela (de esas a las que siempre les cambiaba los ingredientes para que no nos saliera igual de bien que a ella), seguramente por la tarde veríamos una peli en el sofá o jugaríamos a aquél juego de mesa que tanto nos gustaba a las dos. Cuando mamá llevaba la bata puesta mamá ejercía de mamá y nosotros éramos muy muy felices.

 

Y hablando de batas, aún recuerdo aquél día en que la abuela entró en casa. Atravesó el pasillo haciendo crujir el parquet con sus zapatos, entró en el baño de mamá y cogió de detrás de la puerta su bata vieja, detrás cogió también la de papá y luego hizo exactamente lo mismo con las nuestras. Después sacó una bolsa de plástico que llevaba en el bolsillo de su gabardina, las metió todas dentro, le hizo un nudo y antes de dejar la casa dijo (blandiendo la bolsa en alto):  "En esta casa se acabó eso de llevar batas viejas y llenas de pelotillas. Los recuerdos que son para toda la vida han de ser con ropa bonita, aunque sean de estar por casa, y las batas (ella las llamaba Robe de chambre, que suena infinitamente mejor), han de ser siempre bonitas porque acompañan los momentos más especiales". Y se fue, cerrando la puerta de entrada con determinación, como solo ella sabía hacer. Así es mi abuela, y aunque algo frívola, siempre tiene su parte de razón. 

Al día siguiente había sustituido nuestras batas viejas por otras de seda y de lino, y en efecto los recuerdos más bonitos de mi madre durante nuestra infancia son con sus batas, de femeninos y suaves materiales, que le daban elegancia incluso cuando tocaba pasar el día entero en casa, perezosos, entre sábanas y cojines.

Este año le voy a regalar a mi mami una de mi nueva colección, que son bellísimas, y la acompañaré con esta historia para que riamos juntas recordando.

Te propongo éste y otros bellos regalos para que tu madre, que se lo merece todo, reciba una sorpresa especial.


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