Desde las sombras a nuevos horizontes
Una última parada me esperaba en Río.
Quería despedirme de Lota y de Elizabeth de una manera especial e inolvidable. Fue así que, casi sin pensarlo, había dejado un último capítulo en el tintero, que ahora tocaba escribir.
Dos características de Lota impresionaban a cualquiera: su elegancia intelectual y su creencia en la justicia social. Ella se había convertido en un modelo a seguir, tanto por su tesón como por su necesidad de llevar el arte a todas partes. Su vocación había sido la de expandir y la de difundir el arte. Quería ayudar a los artistas locales a vivir de su pasión y a su vez, a relacionarse con otros artistas y fomentar la creatividad. Lota destinó su talento y su capacidad crítica en intentar inmortalizar y preservar las obras de los demás, para todos los que estuviéramos por venir.
En 1941 viajó con su amigo Portinari a Estados Unidos en busca de inspiración para desarrollar un proyecto que se asomaba por la mente de ambos: un museo de arte moderno. En ese entonces, Nueva York había parecido el destino natural en donde formar la visión con la que se construiría esa institución. Allí se reunieron con todos los miembros del museo de arte moderno de la ciudad y se planificó trasladar la idea del MOMA a su querido Río de Janeiro.
Lota volvió de su viaje decidida: no descansaría hasta ver un museo de arte moderno en Río.
Pero la grandeza de la idea no fue suficiente para convencer a las autoridades brasileñas. Los años pasaron y no fue hasta 1948 que se abrieron las puertas del MAM (Museo de Arte Moderno).
Este camino de 8 años fue una etapa en que los vanguardistas e intelectuales debieron pelear por obtener su espacio en la ciudad. La lucha se extendió, pero el resultado logró materializarse.
Al cruzar el umbral del MAM, pienso en la lucha por la que Lota y todos los artistas pasaron. Hoy, el arte en Río tiene su hogar por excelencia, y artistas de todo el mundo pueden visitarlo para reunirse, inspirarse y estimular sus creatividades. En cada pieza puedo ver la fuerza con la que aquellos artistas pelearon, convencidos de que lo que el arte trasciende el dinero, los permisos de construcción y las políticas de turno.
Hay héroes de los que poco se escucha. Son aquellos que trabajan entre las sombras, que no buscan iluminarse. No los mueve la fama, sino algo más. Hoy brindo por ellos. Por los guerreros, los impulsores del arte, los defensores de las letras. Porque gracias a ellos el mundo es y será un poquito mejor.