La desaparición del movimiento

Río desapareció para no volver.

En el apartamento 1101 de la cubierta número 5 de la calle Antonio Viera estaban Calder y Lota discutiendo sobre Duchamp, el arte moderno y el desarrollo de la sociedad civil.

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Alexander Calder

Ella estaba enamorada de su arte, de su forma de ver el mundo, de sus luces y de sus sombras. Por su parte, él admiraba su fortaleza y su perseverancia, que tanto le habían abierto las puertas al mundo. Fue esa admiración mutua la que invitó a Lota a soñar con tener obras de Calder en su Parque Flamingo y al mismo Calder a sumarse a su inspiración, donando una obra extra para empapar a Río de Janeiro de surrealismo abstracto.

“Para un ingeniero lograrlo de manera suficientemente buena ya es perfecto. Con un artista no sucede tal cosa”.

Esas palabras de Calder resonaban en mi cabeza mientras abandonaba los senderos del Parque Flamingo y recordaba el misterio de esas obras desaparecidas.

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Río y Stable, las dos obras desaparecidas

En 1961 desembarcaron en el Parque Flamingo dos de sus obras. Río se convertía, gracias a Lota, en la primera ciudad de Latinoamérica en tener verdaderas obras de arte en espacios abiertos, al alcance de todos. Cualquiera podría desde ese momento disfrutar de la habilidad del artista del viento y del precursor de la cinética. Pero las inclemencias del tiempo no dejaron de hacer acto de presencia. En 1984 esas obras tuvieron que ser retiradas para su restauración.

La desaparición se dio un año después.

Un vacío quedaría en el parque, imposible de llenar.

Río, el encargo de Lota, era movimiento, sombras, simplicidad. Stable, el regalo del artista a la ciudad, era elegancia y misterio. Ambas le daban al Parque Flamingo un toque distinguido, icónico, que elevaba al lugar y lo transformaba en un punto de arte y arquitectura moderno.

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Lota Macedo supervisando trabajos del Parque Flamingo
 

El movimiento era el secreto del arte de Calder. No en vano Duchamp catalogó sus obras como "móviles". Ese mismo movimiento era la clave de este misterio, la confirmación de que el surrealismo no tenía límites; de que el espectáculo era la estructura artística que Calder quería en su trabajo y que Lota quería sumar en su proyecto más ambicioso.

Hoy ya no importa dónde se encuentran esas obras, si es que aún existen. Lo importante es  reconocer el impacto que dejaron en la historia de la ciudad. Los colores, las formas y el movimiento lo habían sido todo. Rescatar esos conceptos, transformarlos y volcarlos al lino, al terciopelo, a la porcelana... de eso se trata.

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