Nanas de mujer

Escribo el día anterior para que lo leas tú hoy, que es tu día, mujer, hermana, amiga, compañera, desconocida pero tan afín.

Hoy toca leer, charlar, juntarnos, salir a la calle, sentir que ese poder en nuestro pecho y nuestro vientre se une para reclamar un lugar más justo y mejor para las que estamos y las que vendrán.

Yo pasaré el día haciendo lo que siempre hago, soy afortunada, me rodeo de mujeres fuertes e inspiradoras y aprendo de ellas constantemente. Esta vez volveré a rodearme de ellas, cerraré los ojos procurando no perderme ni un ápice de la energía que está fluyendo con tanta fuerza y me formularé la gran pregunta ¿Qué pasará a partir de ahora? Lo que sea que pase será bueno, porque esta catarsis que estamos viviendo, esta tormenta purificadora, no solo sirve para limpiar el propio organismo intoxicado de machismo y silencio, también ayudará para sentar un suelo para las generaciones que vienen. Las que gracias a lo que vean y escuchen hoy, no van a aceptar una broma de mal gusto, ni una mano en el muslo, ni una pareja que vaya apagándoles la luz. Aunque solo sea por ellas, ya habrá valido la pena, porque su mundo será mejor que el nuestro.

Insisto, aquí habla una afortunada que se ha pasado la vida viajando, muchas veces sola, que ha podido vivir el amor tantas veces como lo ha sentido, sin ser tachada de nada, faltaría más, que se considera artista y vive de ello, que puede votar, opinar, vestirse como le dé la gana y rodearse de hombres y mujeres que la respetan. Todo eso que para mí es normal, las mujeres anteriores a nosotras lo hubieran considerado una utopía.

Porque hubo una época que la mujer para ejercer el arte tenía que disfrazarse de hombre, y para abrir una cuenta bancaria necesitaba el permiso de su padre o su marido, que su opinión no contaba, que sus frases se interrumpían porque carecían de interés, y que solo podía optar a marchitarse de puertas adentro.


La injusticia ha sido tan flagrante que algunas valientes y lúcidas han abanderado una lucha a lo largo de la historia que ha ido rompiendo barreras y que hoy parece empezar a cuajar otra vez para marcar otro gran cambio. Un día pudimos votar, un día pudimos escoger divorciarnos, un día cercano la violencia de género será recordada como una aberración del pasado y la diferencia entre hombres y mujeres será tan anecdótica como el poco más o menos de piel que guardamos entre las piernas.

En fin… estamos en la lucha ¡Feliz día, féminas del mundo! Que nuestras voces sean la canción de cuna de la generación que nace hoy con nosotras.

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