EL INVIERNO DE LOS LIENZOS
Existe un palacio en un pequeño pueblo del Empordá que sirve de lienzo a los lienzos.
Es un espacio de paredes blancas y estructura de piedra, techos en bóveda y suelos terracota, que se viste y desviste de arte según la temporada, y que ha visto tanta historia pasar por su esqueleto, que se limita a observar y a sentir, con la respiración antigua y calma de un animal mitológico sabio.
Bajo ese techo, y esas paredes acostumbradas a mimar las expresiones más bellas de la creatividad, Manuela soñó las estancias donde instalarse a pasar unos días serenos con la llegada del otoño, y las antiguas y resabidas paredes se dejaron mullir por la novedad.
Manuela soñó una mañana brillante de entre linos de rayas azules que volvían a transportarla a casa de sus abuelos cuando el verano ya había marchado y los días cortos preludiaban el primer encendido de la chimenea. La nueva colección de rayas es un homenaje a los colchones de algodón que les arropaban escuchando cuentos e historias de viajes.
Soñó también una reunión familiar con los manteles favoritos de la abuela, y toda la cristalería transparente como una delicada melodía visual a contraluz. Afuera, la tramontana, adentro la familia fabricando recuerdos y calor. Y mientras los mayores tomaban café y alguna copa de Cognac tirados entre cojines del gran sofá del salón, acariciados por una luz líquida y menguante, imaginó su siesta entre bordados malva y cojines mullidos como las ovejitas que cruzan la valla al contarlas antes de caer profundamente dormida en el sueño dentro de su sueño.
Se oyen los cencerros de las vacas que pasan parsimoniosas y arrítmicas acabando la tarde. El Palau de Casavells se despierta del sueño de Manuela y se desprende poco a poco de sus linos y sus rayas azules. Vuelve a ser lienzo en blanco para el siguiente viaje que le transporte otra vez a un mundo desconocido.
Muchas gracias familia Alzueta-Posse por dejarnos invadir vuestros espacios como una ráfaga de aire de mar. Ha sido enormemente inspirador.