Cada tanto los latidos piden una vuelta a casa, un descompasar del ritmo para acariciar las raíces de nuevo.
Yo, que me ha pasado la vida viajando, sé reconocer esa llamada, y si bien el Mediterráneo ha formado parte de mis viajes, mi Mediterráneo es el de la casa de mis abuelos, el del suelo de terrazo beige y marrón, la ropa tendida al sol, la comida con aroma a romero, la piel salada de tanto mar, las siestas bajo los pinos acunadas por el canto de las chicharras.
Un poco como Penélope Cruz en Volver, yo quise hacer lo propio y retornar al lugar que me regaló los deliciosos veranos de mi infancia y adolescencia. Después de eso nada volvería a ser igual, ni mejor ni peor, distinto, porque esa tierna inocencia se quedaría correteando por mis calas de la Costa Brava.
La nueva colección de Lo de Manuela es una vuelta a esos veranos eternos, a los “atardeceres rojos”, a la simplicidad, a la fascinación por el glamour de las estrellas que venían a dejarse mecer por estos paisajes y por este mar que tanto arte ha inspirado.
“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, y en Cap Sa Sal yo amé la mía muy intensamente, como solo se ama cuando se es niño.