Querida Martina:
Me marcho a Brasil. Sabiendo como soy, supongo que no te sorprenderá que desaparezca así, sin preámbulos, pero no he podido esperar a nuestra siguiente charla y ahora te escribo desde el avión que me lleva a Río de Janeiro.
Resulta que han conspirado mis instintos y mis ancestros para tenderme una trampa, una mezcla demasiado suculenta como para ignorarla o postergarla. He tirado cuatro cosas en mi maleta y voy a su encuentro.
¿Te acuerdas del libro que comencé a leer en Sant Jordi sobre la historia de amor entre la arquitecta brasileña y la poetiza americana? ¿recuerdas el poema de “Un arte” que leímos junto al equipo? Pues resulta que la poetiza es Elizabeth Bishop... y lo que quiero saber urgentemente es por qué vueltas de la vida mi abuela la conocía y estuvo en el epicentro de ese amor.
¡Ya decía yo que me sonaban esos versos! Ella los recitaba de memoria constantemente, sobre todo cuando yo perdía algún juguete, que era a menudo. Al buscar entre los libros que me traje de su casa cuando falleció, encontré uno de Elizabeth Bishop, Geography lll, sus poemas estaban subrayados y garabateados. El corazón me hacía un redoble en el pecho, como si supiera que algo iba a pasar, hasta que, de entre sus páginas, cayó al suelo una instantánea. Una fotografía de una carretera, un coche elegante, y abajo, su inconfundible caligrafía trazando un lugar y una fecha: "Petrópolis, 1951". Petrópolis es una ciudad cerquita de Río, donde las dos mujeres de mi libro vivieron durante más de una década... que comienza en 1951. ¿Te das cuenta, Martina?
¡Mi abuela estaba en todas partes! ¡Qué mujer! No sabes la rabia que me da no tenerla delante para que me cuente esta historia (y tantas otras, claro) ¡la echo tanto de menos!
En fin, querida, una vez más, perdón por los huecos que te dejo en la agenda, pero prometo que esta escapada tendrá buenas consecuencias. Lo sé.
Besos a todo el equipo.
Todo mi cariño.