Las muestras estaban listas, la locación programada y la iluminación preparada. Frente a nuestros ojos surgía el desierto de California, perfectamente recreado en texturas, colores y sensaciones. Había nervios, claro. Todo debía salir lo mejor posible, ya que esta sería la carta de presentación de una nueva etapa, una nueva colección y una nueva historia por contar.
Yo no había olvidado mi promesa: le relataría al equipo mi visita a la casa Kaufmann a la hora del almuerzo. Trabajábamos con esmero, absorbidos entre los objetos que con tanto cariño habíamos diseñado. La suma de las perspectivas hacía que ningún detalle quedase descuidado. El tiempo se pasaba volando, aunque parecía detenerse frente al ordenador: la pantalla iba revelando el efecto del flash sobre los objetos, y todos estábamos muy contentos y orgullosos con lo que se estaba convirtiendo en el resultado final.
Finalmente el hambre pudo más que nosotros. Nos detuvimos a almorzar en el restaurante de al lado, en una gran mesa alargada que habíamos reservado. Yo me senté en la cabecera y me dediqué a evadir las miradas de mis compañeros, que ya rozaban la impaciencia más que la expectación.
-Amiga, creo que nos tenías prometido algo - me dijo Martina, sentándose a mi lado.
-¡Sí! Queremos conocer el final de la historia - dijo Sofía.
-¿Estáis seguros? Yo quería esperar a terminar el postre… - respondí, sonriendo ante las expresiones de los demás.
Y mientras aguardábamos a que nos sirvieran, me trasladé una vez más a Palm Springs, a la casa del desierto.
***
Richard Neutra, arquitecto de la casa Kaufmann, había comparado al paisaje donde había construido los cimientos de la casa como un “paisaje lunar”. Quizás solo Neil Armstrong podría darle la razón, pero la realidad era que el desierto era el protagonista de la escena. Grandes rocas rodeaban la construcción, interrumpidas cada tanto por pequeños cactus, cardos y parches de vegetación.
Detuvimos el coche frente a la casa. Los ojos de Max parecían platos.
Las curvas de las rocas parecían fundirse con las líneas rectas de la construcción. Acero, vidrio y piedra actuaban como viejos compañeros, mezclándose entre sí y generando una armonía única. El desierto comenzaba donde la casa terminaba, o quizás fuera al revés. Construcción y paisaje actuaban como una unidad única.
Se percibía una energía diferente en el lugar. La paz del desierto lo cubría todo.
Max tomaba fotos como hipnotizado.
Huir del invierno. Ese había sido el objetivo que Edgar Kaufmann le había encomendado a Neutra a la hora de diseñar la casa. Los inviernos en Pittsburgh eran duros, y el desierto se presentaba como la oportunidad ideal para robar un poco de calor en los meses fríos. Neutra lo tuvo claro: el desierto y sus colores debían entrar también a la casa y actuar como una extensión del edificio.
-¿Podremos entrar? - pregunté.
-No, es una propiedad privada - me respondió Max.
Una idea se encendió en mi cabeza. Me acerqué al portón del edificio, busqué el timbre y llamé.
-¡¿Qué haces?! - me dijo Max, intentando suprimir un grito de indignación.
-No perdemos nada con intentarlo, ¿no?
Aguardamos por unos minutos. Nadie parecía estar en casa.
Cuando ya nos habíamos rendido, se sintió un chirrido en el altoparlante y una voz.
-Hello?
Me adelanté a Max y me acerqué al timbre. Comencé a explicarle el objetivo de nuestro trabajo de la clase de fotografía y cómo queríamos recrear la foto de Slim Aarons desde su perspectiva original. Cuando terminé, se escuchó un silencio que pareció eterno y un suspiro.
-You have five minutes.
El portón se abrió. Nos miramos. Los ojos de Max brillaban como iluminados por un fuego de emoción.
-¿Para ti qué significa esta foto? - le pregunté a Max mientras terminaba de colocar el trípode.
Se detuve y me miró, pensativo.
-Para mí es el símbolo del sueño americano. De que cualquiera, con trabajo y perseverancia, puede llegar a cumplir sus sueños. Él no solo retrataba a Grace Kelly, Humphrey Bogart o Marilyn Monroe, sino que le permitía al resto de nosotros soñar con que todo era posible. Y yo hoy he logrado un sueño, Manuela. Nunca pensé que podría entrar a esta casa. Y he podido gracias a ti.
Luego de mirar por el visor y ajustar el foco, presionó el obturador y la cámara hizo click.