Luego de mi estadía en el Copacabana Palace había llegado el momento de respirar, por lo que mi entusiasmo por recorrer el Parque Flamingo, pulmón de Río, se hacía notar.
“Noble ambición, un acto de amor, intentar mejorar las condiciones de habitabilidad de la ciudad con la creación de un parque nuevo, de un organismo vivo, hecho para el hombre a su medida”. Así lo describía Lota, su arquitecta. Y así me encontraba yo, expectante, lista para pasear por la naturaleza, una naturaleza distinta a la de Samambaia, más calma y organizada, pero no menos impresionante.
Ya en el parque, uno de los más grandes y bonitos del mundo, caminaba entre senderos, arbustos y árboles, y un nombre venía a mi cabeza constantemente: el de Central Park.
En Central Park caminaba Lota por la década del 40. En ese entonces, ella era solo una incipiente estudiante, pero tenía una conexión especial con este sitio. Poco sabía ella entonces cuánto la influenciaría, al punto de que algunos años después ese mismo parque se convertiría en referente de su trabajo más asombroso…
Asombrosa fue la lucha de Lota por conseguirlo. Planes destinados para ese espacio incluían un barrio de edificios nuevo y carriles para el tráfico. Pero ella entendía la importancia de tener un organismo vivo en la ciudad, algo que respirara por nosotros y nos inspirara en la rutina diaria. No se detuvo hasta conseguirlo.
Me detuve a mirar la bahía y me imaginé a Lota aquí, trabajando, convirtiéndose en una de las mujeres más influyentes del Brasil del siglo XX. Y la vi, latente en su producto final, caminando junto a sus colegas, convirtiendo morros en espacios llanos, perforando montañas y abriendo túneles.
Lota logró cambiar la forma de ver la arquitectura. Suspiré, me sentí libre, así como ella se sintió cuando creaba, cuando soñaba, cuando amaba.
Y volví a pensar en su inspiración para el Parque Flamingo y me di cuenta de que no solo fueron sus años de estudiante en Nueva York lo que la inspiraron para hacer este parque. Fue ella, Bishop, quien también la motivó a traer un poquito de su patria a su nueva casa, porque de allí venía y muchas veces, allí anhelaba volver. Y pensé: es tal y como dice Chavela Vargas, uno siempre vuelve a los sitios donde amó la vida. Ese fue el motor para Lota y por qué no, el sueño de Bishop.