DESPERTARES
Esta colección habla de despertares, y qué mejor momento que en la estación del año del despertar, la primavera. Despierta el corazón después de la hibernación, brota la naturaleza de manera espectacular y vuelven a nacer los colores suaves y empolvados, inocentes y sensuales. Se agarran a la retina y nos llevan de viaje, un viaje que comienza al amanecer que es siempre el principio de algo.
Pero la ternura no es eterna. La suavidad muta hacia la vida y a los colores empolvados les late golpe a golpe la naturaleza estival en su interior, y hablarán de mar y de fuego. Lo que empezó siendo color pastel acabará en tierra intenso o en el turquesa profundo.
Seguimos en África, nuestro continente fetiche donde el sol malea los colores a su antojo, porque quedan despertares por contar.
DESPERTAR EN MARRAKECH
Con el canto de los rezos repetidos desde el alba abro los ojos en un Riad en el mismo centro de la Medina en Marrakech. Después de tantos viajes a este rincón del mundo ya sé que al tercer día conseguiré adaptar mi sueño a la potente llamada al rezo, mientras tanto me toca ver amanecer ¡que ya me gusta!
Me envuelvo en mi bata de lino y subo al tejado a tomarme el primer café. De un lado del cielo la noche aún no quiere marcharse y se adhiere con pereza a la bóveda en una lucha que sabe perdida. Una suave brisa en mi pelo me trae flashes de un sueño extraño entre flores que se resiste a dejarme, como el cielo de esta noche. Dibujo esas flores en mi libreta. Son grandes, hipnóticas y azules como el cielo. Cierro los ojos y giro hacia el sol, como una planta. Las flores se tiñen tras mis párpados y ya no son azules, sino rosas y anaranjadas.
La vida empieza a fluir fuerte ahí abajo, y el sol, aún cerca de su cuna pero ya cálido, parece anunciar que no dará tregua hoy tampoco.
De pronto entra un mensaje en mi móvil, maldito ladrón de momentos, que me roba los ojos del hormiguero de gente a mis pies y me ofrece el principio de una aventura.
- ¡Hola Manuela! ¡ya era hora de que volvieras, bienvenida a Marruecos! Hoy partimos al desierto, ¿te vienes?
Quien me envía el mensaje me conoce tan bien que sabe que esa es una pregunta retórica.