Casualidades que te acompañan el resto de tu vida

Las muestras ya estaban aprobadas y los toques finales en curso: California 1960 ya era una realidad. Eso solo podía significar que había llegado el momento de las cámaras. Poco a poco se comenzaron a preparar los productos para la producción fotográfica. Cada objeto debía tener su espacio propio en los ambientes, colocado de manera estratégica para que su historia se transmitiera de la mejor manera posible. A su vez, todos debían lucir perfectos, listos para la fotografía individual de producto. Como actores de una película, el lino, el terciopelo y los bordados se preparaban para su momento bajo las luces.

Y, junto a todos estos preparativos, yo había hecho una promesa al equipo: el día de las fotos sería el momento en que les contaría el desenlace de mi historia californiana. Sin embargo, antes de llegar a la casa Kaufmann, el icónico lugar donde había surgido la idea de esta colección, mi viaje con Max había hecho una penúltima parada.

-¿Os acordáis de la apuesta que habíamos hecho en la carretera cuando sonó la canción del Hotel California de los Eagles? - les conté un almuerzo a los chicos.

-¿Era él o eras tú la que no creía que existía? - preguntó Sofía.

-Era yo. Y antes de llegar a la casa Kaufmann en Palm Springs nos fuimos hasta Beverly Hills a resolverlo.

 

Los Ángeles era una ciudad dominada por los coches. Calles y autopistas estaban invadidas por vehículos. La monotonía del asfalto se quebraba cada tanto por la eventual palmera. Max sonreía más de la cuenta y procuraba cogerme la mano ante cualquier pretexto. Yo no me quejaba.

Al salir de la autopista, el verde comenzó a invadirlo todo. Las casas se tornaban cada vez más grandes y exuberantes. Los arbustos comenzaron a cubrir fachadas, denotando las intenciones de exclusividad y el deseo de privacidad de sus propietarios. Atravesábamos Sunset Boulevard cuando Max dobló a la derecha y se metió por una pequeña calle serpenteante. Reconocí las franjas verdes y blancas de la entrada al instante. Max detuvo el coche y nos bajamos.

-Bienvenida al hotel California - me dijo.

Sobre la fachada se leía en una tipografía particular que decía The Beverly Hills. Le señalé el letrero a Max y sonreí.

-Creo que te has equivocado.

Instantáneamente, Max me cogió la mano y me llevó por la continuación del camino. El edificio era antiguo, pero estaba muy bien conservado. Las paredes rosas con los detalles en verde recordaban a una vieja película de Hollywood. Me señaló la torre principal y otra más pequeña a su lado.

-Esas son las dos torres que pueden verse desde la portada del disco - dijo y repitió, con tono de burla, aquellas palabras que yo había pronunciado antes de nuestro primer beso. - Mira que me estoy cansando de tener que demostrarte tantas cosas.

Reí y lo besé.

 

Sofía suspiró, atrapada por mi historia, y todos comenzamos a reír. A ella pareció no importarle.

-¿Vieron a alguna celebridad allí? - preguntó Joaquín.

-No, pero sí que se trataba de un hotel lleno de historia.

 

El lobby tenía una distribución circular. Hojas de palmas decoraban las macetas y un gran candelabro colgaba del centro del salón. Inmediatamente debajo de él un gran ramo de flores se desplegaba en el centro exacto de la estancia.

El hotel estaba repleto de actividad. Turistas e invitados iban y venían constantemente. Un conserje se acercó a nosotros con curiosidad y Max, que estaba menos hipnotizado por sus alrededores que yo, preguntó la dirección hacia la cafetería.

Aún no era la hora de mayor actividad en el Fountain Café Room. Si bien había mesas disponibles, Max insistió en que nos sentáramos en la barra. Las paredes estaban decoradas por dibujos de hojas de palmas, de forma similar a las que decoraban el lobby principal.

Max pidió dos zumos de naranja y me observaba maravillarme ante mi alrededor. Luego de servidos, pregunté:

-¿Te has quedado alguna vez aquí? ¿Cómo es que conoces este lugar?

-Me gusta mucho Frank Sinatra y he leído mucho sobre él y el Rat Pack.

-¿Qué es el Rat Pack?

Max me miró, incrédulo.

-¿No sabes lo que es?

Hizo una pausa dramática.

-Pues el Rat Pack fue el nombre que le puso la prensa al grupo de amigos de Frank Sinatra y Humphrey Boggart - me respondió. - Eran unos cinco artistas que solían reunirse aquí en los años 60 cuando no estaban de gira. Sinatra era un cliente regular. Solía reservar siempre la habitación 117, que tenía un piano, y solía hacer conciertos privados para él y sus amigos. Me hubiera encantado haber sido una mosca durante una de esas noches.

Bebimos nuestros zumos lentamente, mientras conversábamos de la historia del lugar. No solo Sinatra y su grupo habían pasado por estos muros. Grace Kelly, Marilyn Monroe, Katherine Hepburn y John Lennon también se habían hospedado aquí. En la misma barra sobre la que nos apoyábamos, la banda Guns N’ Roses había firmado su primer contrato discográfico.

Yo seguía hipnotizada con él y con el ambiente. Las historias de antiguos huéspedes me hacían zumbar los oídos. Intentaba guardar toda la información en mi memoria, para que el recuerdo me durase para siempre.

Finalmente, cuando volvíamos al coche, me acerqué a uno de los camareros y pregunté:

-¿Quién ha diseñado el empapelado?

El camarero sonrió.

-Es un diseño muy famoso. Lo dibujó Dorothy Draper. Hoy se la conoce como la primera decoradora de interiores del mundo.

Ideas y bosquejos volaban por mi mente. Mientras nos subíamos al coche, dispuestos a llegar a la casa Kaufmann, tomé mi libreta y comencé a escribir.

 

-Muchos años después, cuando viajé a Petrópolis a crear nuestra colección del año pasado, me encontré con Dorothy Draper de nuevo - le comenté al equipo. -Y por eso California 1960 tomó esta forma que tiene hoy. Fue por esas casualidades que nunca se ven venir, pero que te acompañan por el resto de tu vida.