Soy firme creyente de que un buen entorno puede marcar la diferencia, facilitando la conversación e impresionando a los comensales. Poco a poco, los elementos deben reunirse hasta lograr una armonía especial. Y no hay elemento más clave en una mesa que la vajilla.
La vajilla es el marco en el que se desarrolla la comida. Es lo primero que se ve antes de servir y lo último que queda con la sobremesa. Por eso en Lo de Manuela le prestamos especial atención y nos volcamos sobre un diseño único y ecléctico, con la calidad que solo puede ofrecer la porcelana de Limoges.
A principios del siglo XVIII un monje-espía francés que vivía en China estudió a fondo los secretos de su exquisita porcelana, la alquimia del agua, el fuego y la tierra, y pasó la información en detalladas cartas a su Francia natal. Parecía indispensable en la ecuación el uso de la arcilla blanca, cosa que los franceses no tenían. Cuando en 1767 se descubre en Saint Yrieix la Perche, cerca de Limoges, un yacimiento de caolín, la anhelada arcilla blanca, comenzó la rica historia de la porcelana francesa por excelencia.
A partir de ahí, la especialidad de esta ciudad se ha convertido en la de crear estas piezas, que han formado parte de las mejores cenas en toda Europa. Al día de hoy, la industralización ha hecho que pocas fábricas en esta ciudad sigan produciéndolas.
La porcelana de Limoges ha estado presente en todas nuestras colecciones. Hay varios motivos y líneas para elegir. Esto no quiere decir que sean piezas excluyentes, todo lo contrario: la armonía del conjunto crece con cada diseño, e invita a sumarse y mezclarse entre ellos.
Por un lado tenemos a nuestros animales africanos: el león, el tigre, el leopardo, la cebra y la grulla, que dan un toque salvaje y elegante a cualquier mesa.
A esta colección se le suma el loro, inspirado en nuestra aventura en Petrópolis, donde se intenta plasmar el canto de los guacamayos, banda sonora de la jungla atlántica de aquella ciudad.
Este año, nuestros animales se expandieron y reclamaron un territorio que siempre fue el suyo: la Shamba, en la sabana, donde el baobab y la adansonia rompen con la monotonía de las pasturas.
Finalmente, tenemos dos comodines: nuestro ikat y nuestro diseño palms. Tanto individuales como juntos, o combinados con cualquiera de los animales, dan un soplo de aire fresco a la mesa y la vuelven más diversa e interesante.
Nuestras piezas, fabricadas en esta icónica ciudad, son creadas a partir de moldes especiales para porcelana. Una vez formada la pieza, se utilizan dos técnicas para la terminación del producto.
En primer lugar se utiliza la serigrafía, que es la manera en que el dibujo se traslada a la porcelana. Este proceso implica el uso de un molde, que es aplicado manualmente en cada objeto.
El toque de gracia final lo da el filo dorado. Se pinta a mano con pincel. Uno a uno, plato por plato, pieza por pieza. Esto hace que cada uno de los elementos de nuestra vajilla forme parte de un club exclusivo: uno donde cada cual tiene su toque manual, único e intransferible, con una calidad entregada por una fábrica y una ciudad que hace siglos que nos deslumbra.
La vajilla de porcelana de Limoges es algo lleno de historia, que brilla en el pasado sin dejar de latir en el presente. El gesto de recuperar la vigencia de esta vajilla de porcelana es otro ejemplo de nuestra filosofía de querer modernizar rindiendo tributo a las costumbres de nuestros abuelos. Es el componente ideal para cualquier mesa.